(Publicado en La Voz de La Rioja el 30 de octubre de 1993)
El
grupo Sainz/Salarrullana-Alvarez ha organizado para este otoño un simulacro de
consulta popular con exposiciones, conferencias y encuestas sobre el último de
sus caprichitos urbanos: el proyecto de medio peatonalizar la calle Calvo
Sotelo y aledañas. Digo simulacro porque absolutamente todos cuantos
participemos o nos neguemos a participar sabemos de antemano que el caprichito
será llevado a cabo en los próximos meses; pues de lo contrario, el grupo
Sainz/Salarrullana-Alvarez tendría que dimitir inexorablemente -a menos que su
escasa vergüenza les permitiera seguir gobernando contra la voluntad de los
consultados; o a menos que creyeran que gobernar es precisamente andar consultando
a los ciudadanos y que el Ayuntamiento es una casa de encuestas (que también
entra dentro de lo posible).
Por
lo general la conciencia nos remuerde cuando nuestros actos no están guiados
por la necesidad o por las creencias, es decir, cuando lo que nos proponemos
realizar es exactamente lo dicho más arriba: un caprichito. Acudimos entonces a
un amigo, a poder ser más veleidoso que nosotros, para que nos diga: “hombre,
no seas tan estrecho; gástate unos duros que la vida son cuatro días; que
parece un capricho, pero luego verás que es muy útil; y además siempre es una
inversión recuperable, etc. etc.”. Y si no encontramos al amigo pues entonces
nos decimos a nosotros mismos (como Salarrullana allá donde pone la pluma) que
el mundo se ha movido gracias a los innovadores, que hay que echarse para
adelante, y que además soy buenísima eligiendo farolas, y alegría, alegría.
Llevan
tiempo los políticos y los constructores tomando la ciudad por su finca de
recreo o negocio, y los vecinos, sabedores de ello, en vez de reivindicarla la
van abandonando: unos a la Carretera de Soria, otros al piso más alto posible,
otros cada fin de semana a su pueblo de origen o a su particular “finca de
recreo”, y los que no pueden irse, o se refugian en la calle Mayor a ahogar sus
penas en alcohol (y otras pócimas) o se electrocutan mentalmente en su propia
casa con la televisión. Digo yo: ¿qué les importará a todos ellos el juego de
color de los adoquines que han elegido Sainz/Salarrullana-Alvarez?
La
historia de la Ciudad ha contemplado infinidad de episodios de gentes que la
negaron en busca de la paz interior. No hay que engañarse con discursos
nostálgicos, la Ciudad siempre ha sido tráfago y falsificación, astucia y
sofística, es decir, dominio de la “exterioridad”. Oposición a la Ciudad es la
Casa, refugio de la Interioridad, eje del mundo de cada cual, tálamo y secreto.
Mas la Casa ya no está en la Ciudad porque la Casa ha sido invadida
electrónicamente por una Ciudad que a su vez ha desaparecido de las Calles,
invadidas por la motorización. La diferencia con otros episodios de la historia
es que 1º) la actual huida de la ciudad no lo es en busca de una “paz
interior”, sino de una “paz exterior”: fuera de la Ciudad se busca la Casa,
pero también la Ciudad, es decir, la relación exterior normalizada, la buena
vecindad; y 2º) que las ruinas de la ciudad no sólo han dejado de ser escenario
de la exterioridad, es decir, lugar de representación de todos y cada uno de
los estamentos humanos sino que, efectivamente, han sido objeto de apropiación
absoluta por parte de políticos y constructores.
Sin
embargo, personalmente, considero que la huida (mi posible huida) es un fracaso
y que mis ojos, a pesar de mis deseos, no pueden dejar de mirar la ciudad en la
que vivo. Veo, eso sí, que no es “mi” ciudad, sino la finca de recreo de
Sainz/Salarrullana-Alvarez y en consecuencia, consciente de que me la han
robado, me niego a opinar sobre el buen gusto de la elección de las jardineras
con la cortesía propia de quien visita como invitado una finca de recreo.
Y
es más, si insisten en preguntarme mi opinión sobre la desmotorización de ese
grupo de calles, es posible que les suelte un insulto, porque yo vivo en la
calle Duquesa de la Vistoria entre Colón y Juan XXIII, es decir, una
carretera-garaje que lo será aún más por culpa de la desmotorización de las de
al lado. Y si todavía les quedan ganas de preguntarme qué hacer con el
dinero que tienen, les aconsejaré que lo repartan entre los portales de la zona
en cuestión: hagan cuentas Vds., casi cuatrocientos millones a repartir entre
menos de cien portales. Quien sabe, el año que viene nos puede tocar a los de
nuestra calle.
Al
fin y al cabo no es peor un Ayuntamiento convertido en Casa de Lotería que en
Casa de Encuestas.