sábado, 24 de junio de 2023

EL CAPRICHITO

 

calle Calvo Sotelo entre Juan XXIII y Capitán Cortés

            (Publicado en La Voz de La Rioja el 30 de octubre de 1993)


            El grupo Sainz/Salarrullana-Alvarez ha organizado para este otoño un simulacro de consulta popular con exposiciones, conferencias y encuestas sobre el último de sus caprichitos urbanos: el proyecto de medio peatonalizar la calle Calvo Sotelo y aledañas. Digo simulacro porque absolutamente todos cuantos participemos o nos neguemos a participar sabemos de antemano que el caprichito será llevado a cabo en los próximos meses; pues de lo contrario, el grupo Sainz/Salarrullana-Alvarez tendría que dimitir inexorablemente -a menos que su escasa vergüenza les permitiera seguir gobernando contra la voluntad de los consultados; o a menos que creyeran que gobernar es precisamente andar consultando a los ciudadanos y que el Ayuntamiento es una casa de encuestas (que también entra dentro de lo posible).

            Por lo general la conciencia nos remuerde cuando nuestros actos no están guiados por la necesidad o por las creencias, es decir, cuando lo que nos proponemos realizar es exactamente lo dicho más arriba: un caprichito. Acudimos entonces a un amigo, a poder ser más veleidoso que nosotros, para que nos diga: “hombre, no seas tan estrecho; gástate unos duros que la vida son cuatro días; que parece un capricho, pero luego verás que es muy útil; y además siempre es una inversión recuperable, etc. etc.”. Y si no encontramos al amigo pues entonces nos decimos a nosotros mismos (como Salarrullana allá donde pone la pluma) que el mundo se ha movido gracias a los innovadores, que hay que echarse para adelante, y que además soy buenísima eligiendo farolas, y alegría, alegría.

            Llevan tiempo los políticos y los constructores tomando la ciudad por su finca de recreo o negocio, y los vecinos, sabedores de ello, en vez de reivindicarla la van abandonando: unos a la Carretera de Soria, otros al piso más alto posible, otros cada fin de semana a su pueblo de origen o a su particular “finca de recreo”, y los que no pueden irse, o se refugian en la calle Mayor a ahogar sus penas en alcohol (y otras pócimas) o se electrocutan mentalmente en su propia casa con la televisión. Digo yo: ¿qué les importará a todos ellos el juego de color de los adoquines que han elegido Sainz/Salarrullana-Alvarez?

            La historia de la Ciudad ha contemplado infinidad de episodios de gentes que la negaron en busca de la paz interior. No hay que engañarse con discursos nostálgicos, la Ciudad siempre ha sido tráfago y falsificación, astucia y sofística, es decir, dominio de la “exterioridad”. Oposición a la Ciudad es la Casa, refugio de la Interioridad, eje del mundo de cada cual, tálamo y secreto. Mas la Casa ya no está en la Ciudad porque la Casa ha sido invadida electrónicamente por una Ciudad que a su vez ha desaparecido de las Calles, invadidas por la motorización. La diferencia con otros episodios de la historia es que 1º) la actual huida de la ciudad no lo es en busca de una “paz interior”, sino de una “paz exterior”: fuera de la Ciudad se busca la Casa, pero también la Ciudad, es decir, la relación exterior normalizada, la buena vecindad; y 2º) que las ruinas de la ciudad no sólo han dejado de ser escenario de la exterioridad, es decir, lugar de representación de todos y cada uno de los estamentos humanos sino que, efectivamente, han sido objeto de apropiación absoluta por parte de políticos y constructores.

            Sin embargo, personalmente, considero que la huida (mi posible huida) es un fracaso y que mis ojos, a pesar de mis deseos, no pueden dejar de mirar la ciudad en la que vivo. Veo, eso sí, que no es “mi” ciudad, sino la finca de recreo de Sainz/Salarrullana-Alvarez y en consecuencia, consciente de que me la han robado, me niego a opinar sobre el buen gusto de la elección de las jardineras con la cortesía propia de quien visita como invitado una finca de recreo.

            Y es más, si insisten en preguntarme mi opinión sobre la desmotorización de ese grupo de calles, es posible que les suelte un insulto, porque yo vivo en la calle Duquesa de la Vistoria entre Colón y Juan XXIII, es decir, una carretera-garaje que lo será aún más por culpa de la desmotorización de las de al lado. Y si todavía les quedan ganas de preguntarme  qué hacer con el dinero que tienen, les aconsejaré que lo repartan entre los portales de la zona en cuestión: hagan cuentas Vds., casi cuatrocientos millones a repartir entre menos de cien portales. Quien sabe, el año que viene nos puede tocar a los de nuestra calle.

            Al fin y al cabo no es peor un Ayuntamiento convertido en Casa de Lotería que en Casa de Encuestas.